No recuerdo haber querido ser otra cosa que no fuera médico, y desde que lo soy tengo la certeza de haber tomado una de las mejores decisiones de mi vida. Cuando la vida me exige, como a cada uno de nosotros, recuerdo lo que soy, y el privilegio de serlo.
Comencé a dar forma a esta vocación en la Universidad Complutense de Madrid, donde terminé mis estudios de medicina en el año 89. Posteriormente, después de aprobar el tan temido MIR, comencé la especialidad de “Pediatría y sus Áreas Específicas” en el Hospital Universitario Gregorio Marañon de Madrid. Durante mis años de residencia siempre me sentí más atraído por las especialidades relacionadas con el niño críticamente enfermo, como los cuidados intensivos y la cardiología, y focalicé mi formación como residente en ambos campos. Sin embargo, nunca renuncié a la clínica, al trato directo con el niño y con su familia, sin duda, tuve buenos maestros. Es ahí donde empecé a darme cuenta que la responsabilidad del pediatra no solo es el tratamiento de la enfermedad del niño, si no también mitigar la angustia familiar, asumir con calma la incertidumbre de los padres, y hacerles ver tu implicación y disponibilidad. Comprendí, que de nada sirve realizar una técnica compleja y vanguardista con éxito, donde el niño se curé, si este niño no va a ser feliz. La verdad, es que esto tardé años en entenderlo, cuando uno es un profesional joven tiene la necesidad y la ambición de progresar técnicamente. Sin embargo, ser padre, y la edad me temo, me ha ayudado a poner el bienestar del niño y de su familia como el primer objetivo de cualquier acto clínico que realizo. Por cierto, ser un buen padre me ha resultado mucho más difícil que ser un buen pediatra, aunque muchos padres extraordinarios de mis pacientes me siguen mostrado el camino para serlo.
Una vez terminé la especialidad, tuve claro a qué quería dedicarme, y sobre todo que tipo de médico quería ser. Trabaje 3 años en el Hospital Virgen de la Salud en Toledo. Realizaba guardias de urgencias, pero en la que también uno era responsable de la neonatología y los incipientes cuidados intensivos pediátricos del centro. Esto me permitió completar mi formación como cardiólogo pediatra en el Gregorio Marañon, donde seguí acudiendo regularmente, cuando no estaba de guardia. Aquellos años los recuerdo casi con nostalgia, fueron años de mucho trabajo, y muchos kilómetros de carretera yendo y viniendo de Madrid a Toledo, intentando completar mi formación cardiológica. Mi implicación en Toledo fue cada vez mayor, y el último año decidí quedarme a vivir allí. Creamos una de las primeras consultas de cardiología pediátrica en Castilla La Mancha, y la primera unidad de diagnóstico prenatal de cardiopatías congénitas, con una beca de la consejería de salud de la Comunidad Manchega (500.000 pesetas!!!, un fortunón para la época).
Surgió la oportunidad de trabajar en Barcelona, en el Hospital San Juan de Dios, uno de los centros con más prestigio en cardiología pediátrica del país. Era el año 97, y Paula, mi mujer, y yo, decidimos no perder ese tren. Paula es también pediatra, dedicada a las urgencias pediátricas, y tengo la suerte de que no solo sea mi mujer, si no una de las profesionales que mas admiro. Allí empecé a formarme en la hemodinámica intervencionista de las cardiopatías congénitas. Entre guardias en cuidados intensivos, cateterismos y consultas, vivimos prácticamente un año y medio en el hospital. Si los años de Toledo fueron importantes para mi formación como pediatra, los años del Hospital San Juan de Dios me acabaron de moldear como cardiólogo e intervencionista pediátrico, y definieron mi futuro profesional.
Dos años después, volví a Madrid, de nuevo al Hospital Gregorio Marañon. Y allí sigo desde el año 1999, 24 años dedicado a la cardiología clínica, a los cuidados intensivos y sobre todo a los cateterismos diagnósticos y terapéuticos. Durante estos años he sido responsable de la Unidad de Cardiología Invasiva Pediatrica del hospital, en donde hemos tenido el privilegio de poner en marcha muchas técnicas pioneras en el tratamiento percutáneo de las cardiopatías congénitas, muchas de ellas realizadas por primera vez en España y en Europa. También he tenido la oportunidad de ser el presidente de la Sección de Cardiología Pediatrica de la Sociedad Española de Cardiología, y participar como director de masters de formación postgrado de varias sociedades científicas. He participado en mas de 100 publicaciones nacionales e internacionales, y en más de 200 ponencias en congresos internacionales. Y quizás lo que mas me ha enriquecido, es la oportunidad de viajar por muchos países, enseñando nuevas técnicas a cardiólogos pediatras de todo el mundo. Una de las cosas que más me ha llenado de orgullo es que recientemente fue nombrado socio de honor de la fundación EPIC (asociación para la Educación y Promoción de la Investigación Cardiovascular), y me entregaron una placa en la que ponía; “por su colaboración al intervencionismo cardiológico tanto infantil como adulto, colaborador imprescindible en procedimientos innovadores desarrollados en los laboratorios de hemodinamica de todo el país y promotor del abordaje conjunto de la patología cardiovascular, con la adscripción; “Doctor ab omni corde” (“Doctor de todos los corazones”). Me emocionó mucho, porque no se si eso que pone en la placa es verdad, pero os aseguro que intento que así sea. Además, me encanta que la palabra “colaborador” esté asociada a mi nombre, y que mis colegas lo perciban así, una suerte realmente.
Estos últimos años, he pasado la mayor parte del tiempo en quirófanos, unidades de cuidados intensivos y salas de hemodinámica. Así que cuando tuve la oportunidad de incorporarme a “Creciendo” no lo dude, retomar el trato más directo con los niños y sus familias era algo que ya echaba de menos. Un proyecto como este, con una atención integral al niño y a su familia, desde el ámbito privado, es pionero y motivante. En “Creciendo” tendremos la oportunidad de poner en práctica una de las frases que oí a uno de mis maestros respecto a la práctica pediatrica “esto no se trata de un niño-un médico, debe ser un niño y su familia-un equipo”. Os espero en “Creciendo”, os esperamos.